sábado, 6 de diciembre de 2008

Un paseo para el recuerdo

Saludos reos... esta noche viene de la mano otro relato, no os podeis quejar, ultimamente os estoy dando demasiado cosa con que entreteneros... en fin... disfrutad...



Otra cita más, otra tarde de invierno esperaba cual estatua ecuestre al lado de la cafetería donde siempre quedábamos. Hacía un frío que helaba las piedras, seguro que un esquimal se sentiría como en casa, y para empeorar, los minutos parecía ser que no avanzaran, ya no sabía si llegaba tarde o es que llegué media hora antes… como siempre. Miré el reloj, las cinco y media, pasaban ya diez minutos, no es mucho, a saber lo que faltaba… gracias a dios, esa tardanza siempre ha creado en mi esa sensación en la barriga, esa especie de cosquilleo, que permanecerá hasta verla aparecer.

No dejaba de mirar hacia la esquina por la que siempre dobla, a cada dos por tres, no podía evitar lanzar alguna fugaz mirada hacia mi reloj, muy rápida, quería verla justo cuando apareciera, no cuando ya estuviera a mi lado. Pasaron diez minutos, quince, veinte y casi tocaban las seis cuando Alicia torció la esquina, la miré sonriente, ella sonrió también cuando me vio, haciéndole aparecer esos hoyuelitos en los mofletes, apenas distinguibles, porque iba abrigada hasta las orejas. De debajo del gorro se podía entrever que llevaba su corta melena recogida en una coleta, esos preciosos ojos verdes, y la sonrisa de oreja a oreja que me estaba dedicando. No es que tenga un cuerpo de modelo ni mucho menos, pero es agradable y simpática, siempre me sentí atraído por ella, pero nunca tuve el valor de decirle nada...

Cuando llegó a mi lado nos dimos dos besos y un pequeño abrazo.


-Disculpa… ¿llevas mucho tiempo esperando?

- Ah, ni idea, el tiempo pasó volando… bueno, el parque nos espera, ¿vamos? –Le dediqué una sonrisa a la vez que ella se cogió de mi brazo, risueña como siempre, y nos dirigimos tranquilamente al parque donde últimamente íbamos a dar un paseo a un parque precioso que había a apenas quince minutos del centro de la ciudad a contemplar el estanque congelado y los árboles cubiertos de nieve.

-Mierda –Pienso para mi mismo-

De repente sentí un pinchazo en el corazón, y como bien predije, a los pocos segundos, empezó a bombear a una velocidad alarmante. Rápidamente y sin que Alicia se diera cuenta cogí las pastillas que me recetó el médico para estos casos con el otro brazo y me la tomé, a los pocos segundos, el corazón retomó su ritmo normal. No es nada preocupante, y me pasa muy pocas veces, así que no había porque alarmarse, además, esta tarde la iba a dedicar solo a ella.

Casi todo el paseo permanecíamos callados, me dijeron una vez que manténgase callado si usted no puede mejorar el silencio. Entre mi timidez y la suya, alguna vez reíamos por un par tonterías y poco más… básicamente paseábamos y nos sentíamos bien el uno con el otro… Quizás ahora sería buen momento para decirle que la quiero… o mejor la sorprendo con un beso… no se qué hacer… quizás sino fuera tan tímido… venga va, ahora, me paro, la tomo por los hombros y se lo di…

No pude acabarlo, a la que me di cuenta, Alicia me había quitado el gorro y corría con él mientras se deshacía en carcajadas. Pues no iba a quedarme atrás, pensé, me lancé detrás de ella a seguirle el juego, ya que no parecía que iba a detenerse. Tampoco corrí a fondo para hacerlo un poco más largo, pero finalmente la alcancé y aprovechó para tirarme de espaldas contra un montón de nieve. Ella se dejó caer de lado y se quedo mirándome fijamente a la vez que sonreía… Ahora era el momento, no, espera, parecía que ella fuera a decir algo, abrió la boca, pero no dijo nada, y los mofletes se le sonrojaron un poco. Vamos Rubén, lánzate de una maldita vez… pero no me lancé, lo único que hice fue tenderle el gorro que me ha cogido.

-Para ti. –Ella puso cara un tanto extrañada-. Si es un regalo, toma.

-¿Porque?

-Somos amigos… ¿no puedo regalarte algo porque si? –Se encogió de hombros y lo cogió a la vez que sonreía, esa sonrisa me volvía loco, hacia que la quisiera más… si eso era posible… Nos sacudimos la nieve y dejamos el paseo por esa tarde.

Cuando fuimos a separarnos, ella se ruborizó un poco y volvió a abrir la boca, pero esta vez habló.

-Quizás hoy querrías acompañarme a casa… y no sé, siempre podríamos hacer algo… ver una película o lo que sea… ya que siempre damos la vuelta y cada uno marcha por su lado, nunca hacemos nada distinto…

No me lo creía ni yo, había sido ella la que al final se había lanzado y que encima decía de hacer algo distinto… me falta valor a veces… o siempre…

-Claro, vamos. –Ahora ya sí que no podía dejar de sonreír como un tonto, seguramente si estuviéramos luego un poco más tranquilos podría intentar declararme… quizás me lo diga ella pero no se… creo que Alicia siente lo mismo, aunque también es vergonzosa como yo… a veces quisiera no pensar, simplemente actuar… pero nunca pasa…

El tiempo de llegar a su casa se me pasó volando, nada más que pensaba cuando decírselo y a la que me quise dar cuenta ya estábamos ahí.

-Aquí es. –Rebuscó en su bolso, sacó las llaves y pasamos dentro.

Ya sabía que vivía en una casa, pero ahora que la veo, es sencillamente impresionante, las pareces estaban llenas de cuadros, y todos los muebles tenían cierto aire renacentista, siempre me gustó el arte y la verdad, esa casa parecía haber sido diseñada por el mismísimo Brunelleschi. Una vez en la parte de arriba, abrió una puerta que daba a una habitación que rompía la temática con el resto de la casa. Simplemente era una habitación normal, con un sofá enorme de piel, y justo delante de él, enmarcada en un armario lleno de películas una pantalla de plasma de unas dimensiones gigantescas.

Lo primero que hicimos fue quitarnos los abrigos y las bufandas, hacía frio, pero no el mismo que en la calle, por lo que Alicia encendió una estufa.

-¿Cual quieres ver? –Dijo a la vez que rebuscaba en esa cantidad ingente de películas.

-Pues… no sé, la que te apetez…

-¿Qué te parece Un paseo para recordar?

-Perfecto -. No sé porque, pero me huele a pastelada… al menos la veré con buena compañía...

Puso la película y rápidamente se acercó al sofá, se sentó y se recostó junto a mí… Pensé en decírselo en aquel momento… pero no, me rendí, por aquel día hubo suficiente, quizás me diría que no, y no quería estropear ese momento… le pasé el brazo por detrás de la espalda y apoyé mi cabeza contra la suya, mientras que me quedé mirando la película y alegrándome de poder estar junto a ella otro momento más…

Al cabo de bastantes minutos me desperté, mierda, esperé que no se lo tomara a mal. La película aún seguía y para sorpresa la mía, ella también dormía, apoyada en mi regazo… retiré con suavidad la melena de su cara y me quedé mirándola, embobado… podría haber estado así hasta el día del juicio final… de repente, noté otro pinchazo en el corazón, corrí a echar mano de las pastillas, pero… ¡esta vez el corazón no se acelera!, menos mal, una alegría, noté como el calor hacía mella en mi y sentí como mis párpados empezaban a pesarme más… y más… y me volví a dormir…

Abrí los ojos y vi que la película se ha acabado… ¿y esto? Vaya, me dormí en el regazo de Rubén, que también se había quedado dormido, que bueno es… ni siquiera me despertó. Miré el reloj. ¡Las diez ya! Me apresuré a despertar a Rubén, le cogí del hombro y le sacudí un poco.

-Rubeeen despiertaaaa –Canturreé-.

Pero Rubén no se despertó.

-¿Rubén? –Le volví a sacudir, un poco más fuerte, esa vez cayó de lado sobre el sillón y tampoco se movió, no pude evitar reprimir un gemido.

-¿Rubén? Si esto es una broma no tiene nada de gracia -. Dije bastante nerviosa, me acerqué a él y le busqué el pulso en el cuello, pero no lo encontré, el corazón no le latía. Reaccioné lo más rápido que pude, y me lancé a por un móvil para llamar a la ambulancia, pero casi ni podía teclear los números correctos, los dedos me temblaban como si fueran flanes y apenas podía coger bien el teléfono, y peor aún, las mismas lágrimas que están empapando el móvil, eran las mismas que inundaban mis ojos.

Finalmente logré marcar el número, pero entre mis lloros y mis balbuceos no sé si se habrán enterado de la calle o incluso de la ciudad… respiré profundamente intentado relajarme, no pude, y luego me dispuse a hacerle la respiración artificial, tal y como me habían dicho por teléfono, aunque más que devolverle a la vida creo que lo ahogaba a cada lágrima mía que resbala sobre su inerte rostro, tras lo que me pareció una angustiosa eternidad empecé a oír una sirena. Rápidamente abrí la puerta de la entrada y volví a subir a continuar haciéndole la respiración, enseguida subieron dos médicos y me apartaron, apareció un tercero con un carro de paradas, que lo dispuso todo para usarlo en Rubén. A la que me di cuenta, una cuarta persona se puso a mi lado y me frotaba la espalda, la abracé y cerré los ojos intentado obviar lo que estaba pasando a mi alrededor, intentando no oír las descargas del desfibrilador, queriendo imaginar que soñaba lo que acababa de pasar, queriendo olvidar que oí que era inútil, no paraba de llorar como una magdalena, hasta que de repente las descargas pararon para ser sustituidas por un pitido muy pausado, pitido que lo primero que me vino a la mente fue la máquina que marca el pulso del corazón. Me giré y pude ver como el pecho de Rubén subía y bajaba, respirando.

Me sequé las lágrimas y me dispuse a acercarme, más bien intenté acercarme a él para abrazarlo, pero no me dejaron, ¿porque no le dije que le quería? Porque seré tan vergonzosa… tuve todo el día para hacerlo y no lo hice, al igual que la semana pasada, al igual que los tres meses que vamos quedando juntos… Me echaron una manta por encima y bajamos por las escaleras detrás de la camilla, fuera vi la ambulancia esperando con las puertas abiertas, le miré a la cara mientras lo entraban en ese vehículo amarillo, cuando veo que Rubén abrió los ojos, y como muy torpemente, con su mano izquierda, abría y encogía su dedo índice, como queriendo que me acercara, las lágrimas volvieron a brotar en mi, esta vez si me dejaron acercarme, le abracé como pude intentado no apretarle lo más mínimo, mientras que mis lágrimas empapaban su frente. Él, con su mano izquierda se retiró muy lentamente la mascarilla que le inyectaba el aire, y con la derecha bajó mi cabeza hasta poner mi oreja a la altura de su boca. Y pude escuchar su voz, a un volumen apenas audible, y hablando muy pausadamente.

-Pe… perdona… por no habértelo dicho… antes… eres… lo mejor… que me ha pasado… en la vida… Te quiero…

Rápidamente me volvieron a apartar, para dejarme ahí, en medio de la calle, como un pasmarote, le pusieron el respirador al sitio a la vez que el pulsómetro convirtió las lentas pulsaciones que había estado emitiendo hasta ahora en un pitido constante, augurando lo peor, mientras que una lágrima nacía en su ojo, recorría el valle de su cara, para al fin naufragar en la camilla…

Y ahí me quede, sin saber qué hacer, esperándolo, para no verlo volver… nunca más…