Al fin mis quejas se oyen, al fin mis súplicas han dado fruto tras ocho años de trabajo, ya iba siendo hora de que el jefe me concediera ese aumento de salario, no lograba creer que solo faltara plasmar mi firma en ese papel para que se cumpliera. Y empieza a sonar esa maldita musiquita. ¿Un despertador en el despacho?, no, un despertador en mi cuarto, frustrador de todos mis buenos sueños, de todos mis logros imaginarios… Lo apagué de un golpe y resté unos segundos en la cama, no queriendo levantarme de ella, esperando poder vegetar unos minutos más, pero no puede ser así si quiero conservar el empleo…
En fin, sin encender la luz tanteo a oscuras con los pies, en busca de esas zapatillas de ir por casa, pero nada, descalzo me dirijo a la silla donde dejo preparada la ropa para el día siguiente y pongo rumbo al cuarto de baño, veamos cómo me trató la vida un día más.
Enciendo la luz y veo al mismo perdedor del día anterior, solo que con barba de un día más y más ojeras si cabe. Desganado, me dispongo a cambiarme cuando recuerdo que esta semana me han cambiado el turno y empiezo una hora antes, me acabo de cambiar a todo lo que dan mis brazos; cojo los zapatos, me los pondré mientras sube el ascensor, ni me preparo el desayuno, cojo las llaves y salgo escopeteado por la puerta cual alma que trajo el diablo… Buena manera de empezar el día, y esto es solo el principio.
Cuando finalmente llego veinte minutos tarde al trabajo, tras los quince kilómetros que me separan de la oficina, maldita la suerte, la primera persona con la que me cruzo es el jefe de personal, y como no, me vio sin afeitar y con la corbata a medio poner,yo pensaba acabar de arreglarme una vez entrara y fichara, pero el maquiavélico plan no iba a poderse desempeñar. Aquel hombre enrojecía por segundos al igual que hinchársele el pecho, si en ese momento hubiera tenido una aguja en la mano y le hubiera pinchado seguramente hubiera explotado como un globo de fiesta.
-¡Maldita sea Rodríguez! ¡Qué desfachatez la suya de presentarse en tan deplorable estado a su trabajo!-. Debido a los gritos algunos de mis compañeros empezaron a asomarse al pasillo para ver sobre quien se estaba descargando ese aluvión de chillidos. Para aquel entonces, el jefe estaba tan rojo como un fresón y no cejaba su empeño en continuar con la bronca, bronca que no tuve más remedio que soportar con la cabeza gacha.
- ¡Esto es una completa burla hacia el resto de compañeros que si que vienen en las condiciones idóneas a la oficina!, ¡Como esto se repita una vez no seré tan indulgente y la siguiente vez que pase esa puerta será con todos sus bártulos de camino a su casa! ¿Entiende?-.
- Si señor, lo lamento.- La primera mentira del día.
La cosa no parecía mejorar, pero al menos la gente había vuelto a sus quehaceres y tras los cinco minutos que precisé para arreglarme ya estaba atendiendo llamadas de los clientes cabreados durante todo el día, como siempre.
Finalmente se hacen las seis de la tarde, recojo mis cosas y como alma que trae el diablo me monto en el coche, pudiendo escapar al fin de esa prisión, enchufo la radio y pongo rumbo a mi casa, buscando algo de descanso reparador, enchufaré la televisión e indagaré esperanzado de encontrar algo decente entre todos esos canales de telebasura gratuita.
De repente, algo me hace salir de mi ensimismamiento, veo, tarde, una mancha negra en mitad de la calzada, doy un volantazo, pero lo único que logro es hacer que se deslice mejor, perdiendo el control del coche, miro hacia donde se va a producir la colisión, pero no la va a haber, puedo ver cómo lo único que hay más allá del quitamiedos es una caída en pendiente de una veintena de metros. De pronto… oscuridad…
Algo se ilumina en mi mente, y veo un niño pequeño caminando torpemente, sujetándose antes de caer en los pantalones de una preciosa mujer de cabellos dorados… mi madre, y mis primeros pasos, se ilumina todo, y es el mismo chico, mirando fijamente a una niña de su misma edad, se siguen mirando tímidamente a la par de se acercan sus labios y se juntan por apenas unos segundos… Lo siguiente son una buena cantidad de los que deben ser los amigos del mismo niño, todos jugando con un balón, corriendo detrás de él, disfrutando, riendo, pues ellos no tienen responsabilidades y son libres. Puedo ver ahora las llaves de mi primer coche, fue un regalo sorpresa para cuando me saqué el carnet, puedo ver también a la que fue mi primera novia, radiante, como siempre, mientras estamos sentados en la arena de la playa observando un amanecer de verano… La historia de mi vida a cámara rápida…
Quizás debería haber visto todo eso, haberlo sentido, mas no fue así… seguramente ya estaba muerto…
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